segunda-feira, 20 de dezembro de 2010

AMANECE UN NUEVO TIEMPO.

EL HORIZONTE NOS MUESTRA INDICIOS DE CONFLUENCIA CREATIVA Y CREADORA DE LO MAS AVANZADO DE LA CIENCIA CON LOS SABERES ANCESTRALES. ES SORPRENDENTE ESTE REENCUENTRO Y DE EL PODRIA SURGIR EL EMBRION DE UNA NUEVA HUMANIDAD.

El futuro ha llegado y no me refiero solo al 2012, el futuro ha llegado, es probable que se esté marchando sin que mucha gente se de cuenta. El futuro ha llegado y trajo viejas novedades. Soy Chamalu, descendiente Quechua, he viajado por los cinco continentes recopilando conocimientos ancestrales, compartiendo enseñanzas, saboreando amaneceres, realizando ceremonias en lugares sagrados. Cuando niño, los médicos no pudieron evitar una enfermedad incurable para la ciencia, su pronóstico anunciaba mi muerte inevitable, el debate comenzó cuando mi bisabuela indígena, curandera y analfabeta según ellos, refutó su afirmación: “yo no sé leer sus libros – les dijo- pero puedo hablar el idioma del fuego, puedo entender el idioma del vuelo de las abejas, y de las hojas de la planta sagrada y de las nubes en los atardeceres” ella me devolvió la salud y la vida, ella sabía leer, el libro de la naturaleza.
Chamanismo es la primera filosofía del hombre, cuando nuestros remotos antepasados comienzan a darse cuenta que todo es uno, que todo está vivo, que la vida no termina con la muerte, comienzan a sospechar que ella quizá es, el nacimiento a otra vida, así lo expresaron en la postura fetal con que enterraban a su muertos.
Para el Chamanismo la vida es una sagrada ceremonia, una suprema danza multidimensional, donde la familia incluye a los ríos, a los árboles y a la Madre Tierra. La mujer es la portadora de magia que va por el mundo repartiendo luz; el hombre es el guerrero que sabe que cada día es una batalla, pero no para ganar o perder sino para vivir dignamente. La vida se compone para nosotros de momentos, un momento se torna sagrado cuando lo saboreamos con la intensidad existencial precisa, que nos permita aprender, crecer y disfrutar simultáneamente.
Al partir la bisabuela, estaba la abuela y después, todos los abuelos que fui adoptando, primero cerca, luego viajando a la montaña y la selva y cada vez más lejos. En la adolescencia atravesé la locura como un tren pasa a través
de un túnel, sin detenerse, fueron tiempos de turbulencias, nuestra inexperiencia nos llevo hasta el límite, quedaron más preguntas que respuestas, descubrí la importancia de la duda, de la búsqueda y la celebración del encuentro.
Comencé a recorrer kilómetros, miles de kilómetros a lo largo y ancho del continente, encontré algunos hombre y mujeres de sabiduría, unos pocos, sin embargo, sentarme a sus pies fue suficiente, para reorganizar mi visión y recuperar mi fuerza. Mi búsqueda continuo por muchos años, aprendí a aprender de todo lo que me acontecía, a disfrutar de todo lo que hacía, a hacer las cosas por el placer de hacerlas, a que el poder nace de la coherencia.
Gradualmente me convertí en viajero de mi espacio interior y acumule serenidad para transitar por el mundo sin confundirme.
Y el abuelo me dijo, todo es uno y todo está vivo, los árboles también son nuestros maestros cuando aprendemos a sintonizar su idioma, y el fuego tantas cosas nos anticipa y las plantas sagradas que nos hablan de cosas que son ciertas pero no en esta realidad. El abuelo me enseñó que la vida es una ceremonia, que todo lugar es sagrado, que la palabra es medicina y que el silencio dice muchas cosas. La abuela del norte me recordó la importancia de vivir agradecidos y agradeciendo, de vivir con la misma reverencia con la que participamos de una ceremonia. Ella me confesó un día “soy discípula de una piedra”. Años después un anciano nativo de Madagascar me decía: “todo lo que se, lo aprendí de un árbol”
La ciencia es el chamanismo del hombre contemporáneo, sus descubrimientos se manejan como verdades intocables, algunos científicos, parecen la versión actual del inquisidor medieval. La ciencia, estrictamente racional, descarta lo que no puede explicar la razón, entonces, así todo queda descartado, porque la magia y el amor no son explicables ni científicamente demostrables, es más, parece que el amor está más cerca de la locura que de la lógica aristotélica.
La ciencia convencional separa, es su manera de analizar y por dividir pierde
la capacidad de comprender la unidad, la suprema unicidad que está reservada para quien se convierte en lo que hace, para el meditador que se instala totalmente en el silencio y se sale del tiempo lineal y cronológico. La ciencia separa la mente del cuerpo, la vida de la muerte, la sociedad de la naturaleza, la razón de la intuición y luego de purgarse de toda trascendencia, instituye verdades afirmando que el universo es un gigantesco reloj mecánico, explicado matemáticamente, nos dicen también que la materia es una masa sólida, que la realidad es algo objetivo e independiente del observador y que este método, es decir esta forma de conocer y abordar la realidad debe ser aplicado por todas las ciencias.
Esa ciencia sin embargo comienza a hacerse pedazos con la aparición de científicos disidentes, de numerosos descubrimientos que nos hablan de enfoques holístico, de realidades interdependientes e influidas por quien las decodifica. Todo está entrelazado nos dicen, todo conectado por partículas inteligentes, nos dicen que el agua se da cuenta y siente los estados emocionales de quien las manipula y queda en evidencia, que hace falta nuevos paradigmas. Todo esto sin embargo son las viejas novedades que los ancianos indígenas conocen y manejan desde tiempos remotos, Física Cuántica y Chamanismo, quizá solo sean dos caras de la misma moneda.
Sabemos que la realidad no es medible ni abordable solo con los cinco sentidos, que hay otras realidades que están también aquí; que no somos los únicos habitantes del universo y el planeta, que existen varios tiempos y no todos son medibles por un reloj que afirma que cada hora es igual a la anterior.
Nosotros sabemos que la imaginación es realidad de otra manera, que la mente puede crear cosas que no existen, que no todo es predecible ni repetible, que el universo no es una gran maquinaria y que el planeta es en realidad la Madre Tierra, viva y sensible y actualmente herida por tanta irreverencia.
Del pueblo Mapuche aprendimos la importancia de no darse por vencidos, de los hermanos guaranies que la ceremonia, el trabajo y la fiesta en el fondo son lo mismo; aprendimos de los aymaras que todo es posible con amor y voluntad y de los polinesios que el déficit de felicidad es causa de enfermedad. La superstición de ayer, pasó a ser conocimiento valioso que realiza en la actualidad una trasfusión energética a esta civilización anoréxica, desde que extravío el sentido de su vida. Lo que ayer se condeno como falsedad, hoy se convierte en una medicina para el alma, quizá solo se trataba de volver a las cosas simples de la vida, como decían los abuelos.
Volvamos a lo nuestro. Hace tres décadas que comenzamos a viajar adentro y afuera, buscamos una escuela para aprender a aprender, para aprender a desaprender, para aprender a vivir. No encontramos lo que buscábamos pero un día, nos descubrimos construyendo esa escuela, en forma de una comunidad ecológica e indígena, que viva en armonía con la Madre tierra, mientras simultáneamente reaprenda a vivir comunitariamente desde la solidaridad y la reciprocidad, aboliendo la propiedad privada y enfatizando en el crecimiento, en la felicidad, en el amor incondicional y en una libertad garantizada por una consciencia en permanente crecimiento.
A la fecha han pasado más de dos décadas de esa convivencia comunitaria, miles de personas han pasado por ella. Para nosotros la espiritualidad es un estilo de vida, una manera de crecer disfrutando, de amar sin esperar nada, de ser feliz sin motivo, de ampliar nuestra libertad reduciendo nuestras necesidades. Nuestra educación se reduce a: hacer lo que sea necesario en el tiempo preciso de la manera adecuada en vez de ese aprender lo que no sirve para luego trabajar en lo que no nos gusta y con el dinero obtenido por ello, comprar lo que no necesitamos.
Hoy, dos décadas después me siento a contemplar el crepúsculo y observo todo lo realizado, no sé si fue mucho o poco, se que fue realizado con amor y con un gran placer. En todo ese proceso aprendí la importancia de la meditación y de la reflexión, de la fe y de la duda, de las preguntas que nos inducen a la búsqueda y del desapego hacia todo, por que todo es movimiento, cambio, inseguridad y aprendí a disfrutar la incertidumbre, a convertirme en lo que hago, a crecer con todo lo que me pasa, a vivir cada día como si fuera el primero, para no perder mi capacidad de asombro y como si fuera el ultimo día, para saborear intensamente cada momento. Aprendí que solo vivimos instantes pero que toda la vida, cave en un momento y que la magia, es la ciencia de las otras realidades, reservadas para quienes, con su crecimiento, aprendieron a abrir otros canales que nos conectan con otras verdades. Aprendí que el camino es tan importante como la meta, que lo que percibimos depende de nuestra cosmovisión, que no existe el exterior, que todos estamos adentro, que los milagros son posibles pero no necesariamente explicables, que nosotros creamos la realidad, que no es posible entender la sabiduría indígena con el paradigma euro céntrico y racista, que la ciencia se alejo del conocimiento ancestral pero actualmente desde la física cuántica se están construyendo puentes, porque la cuántica es probabilística y no esta peleada con enfoques paradójicos y está dispuesta a pensar de manera no mecánica y carente de prejuicios. Hay turbulencia por todo lado, pero también, como luciérnagas en la noche, aparecen cada vez más iniciativas alternativas que nos hablan de reencuentros, de redescubrimientos, de confluencias y solidaridades. Vemos también que se globaliza el respeto a la Madre Tierra y cada vez más gente se atreve a mirar el cielo y agradecer esta mágica oportunidad llamada vida.

CHAMALU VIVE EN BOLIVIA EN LA COMUNIDAD JANAJPACHA EN COCHABAMBA

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