domingo, 26 de dezembro de 2010

Hambre y desesperación en albergues de la zona rural de Gramalote

Édgar Giovanni Lizcano Sánchez | 19 de diciembre de 2010

El día les empezó este domingo muy temprano a los gramaloteros. Desde las 5:00 de la mañana se apostaron con camiones a la entrada del pueblo los lugareños para terminar de sacar lo que quedaba de sus enseres, y se encontraron con los habitantes de las veredas que ya comienzan a “aguantar hambre”.

Sobre las 6.00 de la mañana, alrededor de 80 personas subieron al casco urbano y se encontraron con que otras 50 casas se habían desplomado. Allí sólo 10 policías habían pasado la noche en el parque.

A las 7:00 de la mañana las autoridades decidieron restringir el paso como medida de prevención. Centenares de habitantes quedaron expectantes al cambio de decisión.

En algunas casas sus propietarios llegaron a sacar los electrodomésticos y cosas de valor que habían dejado. Aprovechaban al máximo el tiempo porque temían que una pared les cayera encima, y con miedo escuchaban el rugir de la tierra.

Hacia las 10:00 de la mañana, una gran masa humana se movilizó al centro del municipio.

Mientras que otros, venidos de las veredas, principalmente de Valderrama, comenzaron a saquear algunos almacenes que estaban a punto de colapsar. Se llevaron principalmente comida. El hecho generó el llamado de atención de uniformados de la Policía, quienes ante el hambre que manifestaron y luego de que algunas personas se comunicaron con los propietarios de las mercancías decidieron que era mejor dejar que se la llevaran que perderla.

“Es preferible que los que estamos aguantando hambre podamos sacar esto, a que se pierda”, decían muchos de los que entraban a conseguir lo que por días le saciaría el hambre.

El rostro de quienes querían sacar lo que les faltaba ya mostraba cansancio y pánico debido a que en cualquier momento las viviendas que aún quedaban en pie podían colapsar. Así que la evacuación se hizo con sumo cuidado.

Poco a poco el pueblo fue quedando sólo. Sin gente, sin cosas, sin comida, sin vida.

Hasta los santos de la iglesia San Rafael fueron evacuados. Las estatuas y el cuadro de la Virgen María Auxiliadora salieron intactos y listos para reposar en otro templo.

Aproximadamente a las 5:30 de la tarde nuevamente las autoridades suspendieron el ingreso de más personas.

En la vereda Boyacá, otras 30 familias también se desplazaron al Instituto Agrícola Gramalote, ante posibles derrumbes de sus viviendas.

Drama en los albergues


Desde que empezó la evacuación del municipio, los habitantes de uno de los caseríos, donde se ubicó un albergue para los primeros desalojados del pueblo, aseguran no haber recibido asistencia del Gobierno.

Uno de ellos, Desiderio Buitrago, antes de bajar por algunas cosas, asistió ayer al albergue que se habilitó en la finca El Idilio para poder rescatar algo de comida para su familia, la cual obtenían de Gramalote.

Niños en peligro


El caserío queda a una hora del albergue. Allí los niños ya no tienen qué comer ni mucho menos asistencia hospitalaria. Ante una enfermedad, ninguno de los labriegos tendría como superarla por lo que pidieron la intervención urgente del Estado.

Carmen Alicia Ramírez también bajó a buscar algo que comer para sus hijos. Ella se encarga de diligenciar medicamentos ante las autoridades que acompañan a los damnificados del albergue y advirtió que ante una emergencia, demorarían una hora para poder trasladar un enfermo hasta la carretera y de ahí trasladarlo a un centro de salud.

Aunque a la totalidad de la población de Gramalote se le recomendó evacuar, muchos de los que  se rehúsan a hacerlo por temor a pasar hambre y necesidades en la capital nortesantandereana.

Las 29 familias que todavía permanecen en El Idilio provenientes del casco urbano y que llegaron ahí cuando empezó la emergencia, no quieren dejar este terreno, porque la falta de dinero y un lugar donde llegar les determina un futuro incierto.

Ramiro Blanco López llegó el viernes al lugar con esposa e hijo. Lo único que alcanzó a sacar fue tres mudas de ropa que echó en un costal.

En las veredas vecinas unas 80 personas están viviendo la misma situación. 

Al llegar las 5:30 de la tarde el municipio volvió quedar en total silencio, cuando se ordenó nuevamente la salida y la vía de acceso al casco urbano fue cerrada de forma indefinida.

Según los expertos, a Gramalote le quedan entre dos y tres días para terminar de colapsar. Ahora, quienes se fueron ya piensan en lo incierto que va a ser su año nuevo y lo duro en terminar los 11 días del 2010.

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